Uno de los primeros relatos serios fue el del psiquiatra norteamericano, Raymond Moody, autor en 1975 el libro “Vida después de la Vida”. Se vio impulsado a escribirlo después de escuchar al Dr. George Ritchie (al cual dedica su libro), su vivencia durante la guerra. Este libro animó a numerosos médicos, psiquiatras y científicos a estudiar los fenómenos de E.C.M. Estableciendo diversos estudios en cientos de pacientes, especialmente en las universidades norteamericanas.
La fenomenología a la que se refieren los expertos consiste, en primer lugar, en el hecho de que las personas sufren lo que se conoce como una “casi muerte”, es decir, que padecen de todos los condicionantes físicos y clínicos del fallecimiento, pero que no se termina de consumar. Un caso típico, en referencia a esta descripción, es la persona que sufrió un accidente en la carretera y que parece que ha fallecido, al menos clínicamente hablando;también es frecuente en los pacientes que sufren un infarto y por unos instantes no muestra signos vitales. Hay muchísimos casos más, pero estos son los más destacados y repetidos.
Una E.C.M. (Experiencia Cercana a la Muerte) bastante compartida tendría más o menos el siguiente relato: cuando se han dado las circunstancias del accidente, paro cardíaco o cualquier otra razón, las personas que lo rodean (médicos, conocidos, etc) intentan al instante recuperar sus signos vitales, tanto en el caso de estar en un hospital (recinto cerrado) como en la calle (abierto). A su alrededor se presenta, como una película u obra de teatro, una escena dramática donde todos intentan ayudar desesperadamente, hay llantos, gritos, lamentos, etc. Todos están pendientes de reanimarlo, pero mientras esto sucede, el contacto con la muerte ha comenzado.
Esta persona no comprende lo que ocurre, de repente, va “saliendo” de su cuerpo y se sitúa por encima de la escena. Mira para abajo y se ve a si mismo rodeado de gente intentando recuperarlo. Todo parece ser inútil, de a poco comienza a entender que está muerto, lo mismo que los que lo rodean, ya se empiezan a apartar. Hay muchos casos en los que están internados y el electroencefalograma (E.E.G) tiene una línea recta. Todos son señales del deceso.
El recientemente fallecido desea consolarlos, decirles que está bien, con ellos pero no lo logra. Se siente bien, sin dolores y asombrado, no puede caer en la cuenta de que está muerto. Sin embargo, siente una gran fuerza como si lo tiraran para atrás. Nota que su “esencia” o “espíritu” es atraído hacia un túnel oscuro e inmenso, cuyo final tiene una luz que cada vez es más grande. Durante el trayecto, presiente que algo o alguien lo está observando y le ofrece tranquilidad y paz.
La luz es cada vez más grande y cercana, la persona está muy bien, calmada, pero a la vez ansiosa por saber qué va a ocurrir. Cuando llega al final, encuentra un lugar que podríamos a semejar a la descripción del cielo bíblico, donde existe la sensación de luz, amor y alegría.
Como si estuviera en el cine, le proyectan una película con toda su vida, las imágenes más importantes desde que nació, sus recuerdos, etc. Pareciera que se está juzgando a si mismo, porque hay acciones buenas y otras no tanto. En cuestión de segundos, todo, absolutamente todo lo que ha hecho en su vida, hasta lo más banal e insignificante aparece por delante de sus ojos en esa pantalla. Se da cuenta que aquellas acciones que no consideró dignas de observar eran más importantes de lo que creía, hubiera sido beneficioso revisarlas. Es una especie de auto examen interior, que sirven para sacar propias conclusiones de cómo fue la vida.
Siente la presencia de algo superior que lo vuelve a tirar para atrás, muy suavemente, justo cuando comenzaba a sentirse a gusto en ese lugar, más liberado y sereno. Intenta luchar para quedarse, pero no lo consigue, vuelve otra vez al túnel. En ese momento es cuando se da cuenta que no ha llegado su momento de morir, que por algún “error” divino su vida debe continuar en la tierra. Y que esta será una experiencia que le permitirá cambiar en muchos aspectos: ahora dirá perdón, te quiero, gracias más a menudo.
Desanda el camino por el túnel, observando cómo regresa al lugar de donde partió, donde había dejado su cuerpo físico y se va proyectando hacia su interior. Allí es cuando despierta y provoca la sorpresa en los médicos y los familiares. Todos los que están cerca no lo pueden creer, están maravillados y asombrados. Las funciones vitales vuelven de a poco a su cuerpo y la felicidad inunda el lugar.
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