Nuestra esencia como seres humanos
Todo cambio que desees realizar en tu vida siempre tendrá su inicio en ti mismo, porque tú eres el único autor de tu realidad. Harold Moskovitz
Por naturaleza somos seres íntegros y amorosos. Vinimos al mundo sin duda, sin miedo, sin culpa y sin tristeza.
De forma innata somos capaces de amarnos y amar a otros pero, lamentablemente, esta capacidad se ve mermada por la educación que recibimos basada en juicios.
Desde que somos bebés, nuestros padres nos transmiten conceptos y pautas que le otorgan valor a cada cosa que hacemos.
Frecuentemente nos dicen frases como: “Eso es malo”, “Esto que hiciste no está bien”, “Estás mal”; hasta que con el tiempo aprendemos a juzgar y juzgarnos a través de la experiencia de otros, anulando nuestra facultad para elegir y experimentar.
Por lo común, nos preguntamos si estamos haciendo las cosas “bien” o “mal”, pero realmente podríamos afirmar que siempre estamos “bien”, pues somos seres divinos con libre albedrío para elegir las experiencias que nos ayudarán a desarrollar nuestra consciencia, entonces, todo cuanto vivamos es enriquecedor para la “biblioteca” de nuestro espíritu.
La raíz de la baja autoestima está en la enseñanza de “bueno” y “malo”, la cual condiciona el amor que recibimos a la manera en que satisfacemos las expectativas de otro. Por ejemplo, cuando nuestra madre nos cuida en los primeros años de vida, no nos permite tocar todo lo que nos da curiosidad con la imagen de “esto es malo para ti”, porque desde su experiencia, ella cree que eso que estamos tocando nos podría causar enfermedades o lastimar.
Pero precisamente en ese deseo estriba la programación: ella quiere que vivamos su experiencia, y cuando nosotros tratamos de vivir una vida que no es nuestra, salimos espiritualmente de nuestro cuerpo para entrar en el de otra persona, lo cual promueve nuestra propia muerte, pues al abandonar el cuerpo damos paso a la degeneración de sus funciones.
El momento en que activamos la baja autoestima
La programación que recibimos durante la infancia nos induce a buscar la aceptación y aprobación de las personas que nos rodean, incluso por encima de nuestros propios deseos.
Se nos ha enseñado a creer que nuestro valor proviene del exterior y esta creencia nos hace vulnerables a la ilusión de felicidad que promueve el sistema económico-social.
Este, manipulando la baja autoestima, nos invita constantemente a que compensemos de forma material, con aparatos, ropa, perfumes etc., el valor que no encontramos en nosotros mismos.
El juicio del bien y el mal parte de principios religiosos fundamentados en el pecado y castigo. Muchas religiones nos dicen que la existencia nos fue dada como un regalo que no somos dignos de merecer hasta que demostremos nuestro valor ante Dios.
Descubre el amor del que estás creado
Desde esta perspectiva, Dios parecería ser un padre intrusivo y regañón; lo grave de la situación no es tanto el hecho de que nos mientan y manipulen, sino que nosotros creemos estas mentiras porque no tomamos en cuenta que la energía real de Dios es el amor libre e incondicional, nosotros fuimos creados desde ese amor y somos parte de él.
Dios eres tú, tu prójimo, las plantas, los animales y cada cosa que te rodea; tienes dentro de ti la energía de ese primer impulso que implotó y dio origen a los millones de galaxias que existen en el espacio.
Dios vive en mí, vive en quien tienes a un lado y vive en ti porque somos seres divinos encarnados. La evidencia más clara de tu valor es tu existencia, valemos porque nosotros, junto con Dios, decidimos existir.